La visión borrosa no siempre llega de golpe. Aparece en gestos diarios que conviene escuchar: si se
repiten, pueden ser la forma en que los ojos piden ayuda.
Hay momentos en que el cuerpo envía señales sutiles, pero claras. Ver borroso, tener que alejar el
celular para leer, necesitar más luz para enfocar o buscar los anteojos con más frecuencia son
situaciones que, aunque parezcan inofensivas, pueden estar indicando que algo cambió en tu visión.
Y cuando estos episodios se repiten o se hacen parte de la rutina, conviene prestarle atención.
La visión borrosa es uno de los síntomas más comunes en oftalmología. Puede deberse a causas
simples como fatiga visual o falta de descanso, pero también es uno de los primeros signos de
condiciones como la presbicia, la hipermetropía, el astigmatismo o incluso alteraciones más serias
como cataratas o enfermedades de la retina. Según la American Academy of Ophthalmology, cuando
los episodios de visión borrosa aparecen de manera progresiva y afectan tareas específicas (leer,
coser, usar el celular, manejar de noche), es momento de consultar.
Una de las situaciones más habituales es notar que ya no podés leer de cerca con la misma
comodidad. Empezás a alejar el menú del restaurante o el prospecto de un medicamento, buscás
una lámpara para sumar luz o estirás los brazos como si eso pudiera mejorar el enfoque. En muchos
casos, esto se asocia al inicio de la presbicia, una condición natural que suele aparecer a partir de los
40 años y que afecta la capacidad de enfocar de cerca. Es decir, los ojos se esfuerzan más y rinden
menos.
Otras señales típicas
Otra señal típica es necesitar los anteojos para situaciones donde antes no los usabas: leer el menú del restaurante, responder mensajes en el celular o ver con nitidez las etiquetas de los productos. La
visión se vuelve intermitente: algunos días ves bien, otros no tanto. Esto suele generar incomodidad,
dolores de cabeza o fatiga visual, especialmente al final del día.
También es común notar visión borrosa en condiciones de baja iluminación. Actividades como leer en
la cama o mirar la pantalla del celular a la noche se vuelven más difíciles. Según WebMD, este tipo
de borrosidad asociada a la luz también puede estar relacionada con problemas en el cristalino o en
la capacidad de adaptación del ojo.
No se trata de entrar en alarma, pero sí de observar la frecuencia. Si estas situaciones se repiten
más de una vez por semana, o si sentís que afectan tu rendimiento, tu lectura o tu rutina diaria, es
momento de pedir un turno con un oftalmólogo. Un diagnóstico temprano puede ayudarte a evitar
frustraciones, prevenir otras complicaciones y encontrar soluciones simples, como un cambio de graduación en tus anteojos o incluso el inicio de un tratamiento no invasivo con gotas oftalmológicas.
La visión borrosa no siempre implica un problema grave, pero casi nunca aparece sin motivo.
Escuchar estas señales, registrarlas y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre adaptarse
con comodidad o vivir con incomodidad constante. A veces, solo se trata de mirar distinto para ver
mejor.
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