La definición exacta del glaucoma es “neuropatía óptica multifactorial progresiva”, lo que significa que hay múltiples factores que influyen en su desarrollo.

Se caracteriza por el aumento patológico de la presión intraocular, que daña al nervio óptico de los ojos y a las fibras ganglionares, provocando la pérdida progresiva del campo visual.

A diferencia de otras enfermedades, esta condición no suele presentar síntomas hasta sus etapas más avanzadas.

Esto hace aún más importante realizar controles periódicos de la visión, preferentemente una vez al año.

A continuación, vamos a profundizar un poco más en los distintos tipos de glaucoma que existen:

¿Cuáles son los tipos de glaucoma?

• Glaucoma de ángulo abierto: Este tipo es el más frecuente y, generalmente, se trata de una condición hereditaria.
• Glaucoma de ángulo cerrado: En este escenario, existe el riesgo de un glaucoma agudo, donde la presión ocular se eleva de forma acelerada, generando dolor ocular, sensación de inflamación, visión borrosa, e incluso puede provocar náuseas y vómitos.
• Glaucoma secundario: Se genera como consecuencia de otra afección, como pueden ser la diabetes o las lesiones oculares.
• Glaucoma congénito: Cuando es originado desde el nacimiento, generalmente a partir de la detención del desarrollo del ángulo, sus síntomas son variados y es muy importante detectarlo tempranamente.

¿Se puede tratar esta enfermedad?

El glaucoma no se cura, se detiene. Es muy importante el diagnóstico precoz y poder detectarlo en los primeros estadios de la enfermedad.

Y, para lograrlo, es importante que los controles/ exámenes oftalmológicos incluyan una tonometría, para así poder medir la presión intraocular.

Dependiendo del tipo y del estadío de la enfermedad variará el tipo de tratamiento a implementar; empezando por el tratamiento tópico y, en el caso de que no sea efectivo, tratamiento con láser y quirúrgico, los cuales deben estar indicados y controlados por un oftalmólogo especializado.

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